Aunque la devoción a la Santísima Virgen del Rocío había llegado a Espartinas a través de numerosos vecinos que ininterrumpidamente asistían a la Romería, hasta el mes de mayo de 1940, a iniciativa del señor cura párroco D. Francisco Infante de Cos y un grupo de devotos, no se conseguiría hacer realidad la idea de fundar una Hermandad Rociera.
Las primeras noticias sobre las peregrinaciones rocieras de los vecinos de Espartinas se remontan al año 1939 cuando unos grupos de amigos de la villa acompañaban a la Hermandad de Umbrete en burros, mulos y carretas. Entre los más señalados rocieros de Espartinas figuran “Morita”, “Malerte”, Amelio, Alejandro “el juez”, los “chivaos”, Ángel “el Sordilla”, Enriquito, Juan Campos, Paquito Ramos y sus hijos, las Marías, Rafaela, Gorillo “el de Rita”, Félix etc. Los primeros carreteros fueron Antonio “el aperaó” (abuelo de Espartaco), José “el de Mama” y Pepe Garruta.
Los Estatutos fueron realizados el día 3 de mayo de 1941 y firmados el día 4 de este mismo mes y año. En ellos figuran como firmantes algunos de los miembros de la primera Junta de Gobierno: D. Alejandro Jiménez Vázquez (Hermano Mayor), D. Manuel Mora Jiménez (Mayordomo) y D. Ramón Jiménez Castaño (Secretario).
Primeros caminos
El día 21 de junio de 1941 se erige canónicamente en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Espartinas, y es en ese mismo año cuando Espartinas realiza su primera peregrinación oficial a la Aldea del Rocío, siendo amadrinada por la Hermandad de Umbrete, con la que hace el camino este año y los siguientes.
Los primeros años de la Hermandad son, por las circunstancias en que se vivía, de grandes dificultades, a pesar de lo cual Espartinas llevaba un precioso Simpecado de seda blanco con racimos de uvas y ramos de olivos y su primera carreta de tipo “cajón” portó un curioso templete de madera policromado en blanco y azul, que por los años 50 cedió a la Hermandad de Aznalcázar, entonces recién fundada.
En los años iniciales la Hermandad de Espartinas acampaba en el Acebuchal junto a las de Umbrete, Olivares y Benacazón. Posteriormente se alquiló una choza de techos de bayuncos y eneas y suelo terrizo, por la que se pagaban “quince duros” para los tres días en que se habitaba durante la romería.
Periodo de esplendor
A finales de los años cuarenta, cambia de itinerario y hace parada en la finca de los Marqueses de las Torres, Castilleja de Talhara. Esto da pie para que el hijo menor de estos señores, D. José Lasso de la Vega y Marañón, sea Hermano Mayor en el año 1952. A partir de esta fecha, la Hermandad conoce un período de trece años de esplendor.
Se estrena un nuevo Simpecado bordado en oro sobre terciopelo verde realizado en los talleres de Elena Caro y una preciosa Carreta para este en plata, en forma de dosel rematado en cuatro jarras con azucenas, como las de la Giralda de Sevilla; pequeña crestería y gran escudo de España en su frontal.
Se completa con juego de jarrones de plata y candelabros. La parte posterior del dosel lleva labrado el momento del hallazgo de la Virgen del Rocío por el cazador Gregorio Medina. Es obra genial de D. Fernando Marmolejo y única en su estilo, inspirada en el paso de palio de la Hermandad del Silencio, siendo bendecida por el Cardenal Bueno Monreal.
Durante este tiempo es una de las Hermandades que más número de carretas tiradas por bueyes lleva al Rocío, superando a las que tradicionalmente son más numerosas. Además, con Espartinas hacen el camino distintas personas reconocidas de la vida política de la nación, así como la aristocracia sevillana y del mundo del espectáculo, cuya reseña sería interminable.
Finales del siglo XX
En 1971 se inaugura la casa de la Hermandad en la Aldea del Rocío, situada en la Plaza Mayor nº 8, obra realizada con el esfuerzo de todos los hijos del pueblo, unos con su trabajo, otros con sus aportaciones económicas o de materiales, todos se volcaron en un gran esfuerzo domingo tras domingo, hasta realizar la obra.
El actual Simpecado, de líneas y estructura barrocas, está realizado sobre terciopelo verde, ricamente bordado en oro con motivos vegetales, entre los que predominan las hojas de las vides. En su centro ostenta un busto de la Virgen del Rocío sobre peana. Y a ambos lados, destacando sobre unos óvalos, sendos escudos, el propio de la villa de Espartinas y el anagrama de María, dispuesto de coronas. Fue realizado en los talleres de Elena Caro, y bendecido por el cardenal-Arzobispo de Sevilla, D. José María Bueno Monreal el día 30 de mayo de 1957, festividad de la Ascensión del Señor.
Constituían en esa fecha su Junta de Gobierno los hermanos siguientes:
- Hermano Mayor Honorario: D. José Lasso de la Vega y Marañón, Marqués de Saltillo.
- Hermano Mayor: D. Francisco Iñigo Leal.
- Secretario: D. Juan Campos Fernández.
- Tesorero: D. José Luis García Pérez.
- Vocales: D. José Romero Ruiz y D. Rudesindo Ladrón de Guevara Gómez.
- Director Espiritual: D. Francisco Infante de Cos.
Las romerías de antaño
El camino que realizaba la Hermandad antiguamente hasta la Aldea del Rocío se iniciaba el jueves anterior a Pentecostés, a las cinco de la tarde, después de la Misa de Romeros, partiendo hacia Umbrete.
En esta población, al paso del Simpecado de Espartinas se canta la Salve en el pórtico de la Iglesia parroquial, acto emotivo, al que asisten numerosos vecinos y en el que se recuerda significativamente la actuación de la Hermandad de Umbrete como madrina de la de Espartinas en su primera romería.
De Umbrete, se continuaba hasta Benacazón para llegar hacia el anochecer a la hacienda de Castilleja de Talhara, situada entre Benacazón y Aznalcázar y que era propiedad de los señores Marqueses de las Torres de la Presa, padres del Marqués del Saltillo. A esta hacienda, marco encantador de almenas y torreones morunos y de un sabor aljarafeño inconfundible, se llega sobre el sol puesto, donde se acampaba para pernoctar. Durante la noche el Simpecado quedaba expuesto en la bella y acogedora capilla gótica ojival de la mencionada finca. Allí se rezaba el Santo Rosario para dar gracias a la Blanca Paloma por la feliz terminación del primer día de camino. Esta parada en Talhara fue tradicional desde la fundación de la Hermandad, gracias a la hospitalidad de sus propietarios.
A la mañana siguiente, después de celebrar la Santa Misa, se reemprendía la marcha hacia Aznalcázar. En esta población, en la bajada de la “cuesta de la carretera”, el momento resultaba de todo punto impresionante por sus curvas tan pronunciadas y su pendiente, donde se hacía imprescindible la maestría del carretero. Tras cruzar el puente del río Guadiamar era obligado dar un descanso a los animales. A continuación se enfilaba la vereda hacia Villamanrique de la Condesa, antesala de las marismas y de las arenas. Al llegar a Villamanrique la Hermandad se presenta ante su templo donde somos recibidos oficial y corporativamente por la Hermandad manriqueña. En la carreta, que se sube al porche para el rezo de la salve, son colocados hermosos ramos de flores, indicando la presencia siempre viva de la fraternidad manriqueña para con las Hermandades que transitan la villa.
En la Dehesa Boyal, que más tarde fue sustituida por la de Gato, se sesteaba para almorzar entre sus encinares. Más tarde se continuaba por la Raya Real hasta el Palacio del Rey, donde se pernoctaba junto con las demás hermandades.
El sábado por la mañana se partía hacia el Rocío pasando por el puente del Ajolí. Allí ya en el Rocío se presenta oficialmente el mismo sábado por la tarde haciendo su entrada oficial en el vigésimo quinto lugar que le corresponde.
El domingo por la mañana se asiste a la misa de campaña con el Simpecado. Por la tarde se procede a la elección del Hermano Mayor de la romería del año siguiente. Se hace en la Casa de Hermandad con el tradicional rito del “corte del bizcocho”. Por la noche se acude a la procesión del Santo Rosario.
El lunes se presenta el Simpecado ante la Virgen del Rocío por la zona de los eucaliptales, iniciando su camino de vuelta ese mismo día por la tarde, recorriendo el mismo itinerario a la inversa, para llegar a Espartinas el miércoles sobre las 21:00 horas.